Por: Georgina Macías
A mis amigas, mis maestras, mis cómplices, mi hogar y mi abrazo perpetuo.
A las mujeres que me enseñaron a volar, a amar, a ser.
Por mucho tiempo se ha creído que la amistad entre mujeres esconde una rivalidad y competencia; famosas frases como “el peor enemigo de una mujer es otra mujer”, han perdurado y han sido repetidas por muchas personas a lo largo de los años. Es por eso que, reivindicar la amistad entre las mujeres en un sistema que nos obliga a mirarnos unas a otras a través de la aprobación masculina, es revolucionario.
¿Quién fue tu primera amiga? Seguro fue alguien que conociste en el lugar donde estudiaste, alguna prima o vecina, pero siempre hubo una primera amiga. Donde aprendiste a compartir, a decidir, a jugar y a caminar de la mano, jamás supiste que se trataba de tu primer amor. Porque ahora debemos recordar(nos) lo que Catalina Ruiz Navarro dijo: “la forma radical de combatir la misoginia es amarnos entre nosotras, aliarnos, ser mentoras entre nosotras”.
Así como nuestra primera amiga, nuestra vida ha estado rodeada de mujeres a las que admiramos y nos acompañan en nuestro aprendizaje de toma de decisiones; cada una de nuestras etapas de crecimiento han tenido el acompañamiento, el abrazo y la sabiduría de una o varias amigas. Hoy las recordamos a ellas, que a pesar de que a algunas las hemos dejado en el pasado y soltado, por algún momento fueron el sostén de nuestra vida.
La alegría de vivir se la debo a gran parte a ellas, a las mujeres que son hogar, que son medicina, que son el pecho y abrazo para recostar las penas, que son el oído para volcar la incertidumbre del mundo, que son el rayo de sol cálido en las tormentas y me pregunto, como Marcela Lagarde ¿qué sería de las mujeres sin el amor de las mujeres?.

Porque el amor más genuino, las relaciones más longevas, sinceras, tiernas y recíprocas, las he tenido de mis amigas. En un mundo que me ha obligado a verme como rival o competencia de otras mujeres , en un mundo que me ha obligado a complacer y agradar a las miradas masculinas, en un mundo que insiste en mirar solo cuerpos y no personas, no mujeres. Este mundo ha insistido en dividirnos, ha castigado, ha humillado y ha invisibilizado históricamente la unión y organización entre mujeres.
“No hay nada que no haría por aquellas que realmente son mis amigas. No tengo noción de amar a la gente a medias, no es mi naturaleza”. Jane Austen
Es por eso que, reivindicar esta fecha y hacerlo todos los días, resulta necesario para vivir y luchar con alegría en la rudeza de este mundo, que día a día nos obliga a compararnos.

En nuestras amigas nos reflejamos y ellas se reflejan en nosotras, la amistad es un vínculo transparente, en el que podemos comunicarnos con la otra persona, hasta de una manera telepática. Es nuestro lugar seguro, para ser todas nuestras facetas y para ser vulnerables y aun así, aceptarnos tal cual somos, sin prejuicios.
Pero la relación con nuestras amigas no siempre es perfecta ni lo será, también es incómoda, en ese mismo reflejo que hemos construido con los años, nos hace conocernos profundamente; resulta incómodo que nos hagan mirar nuestros errores y que nos muestren sus límites. En la amistad, como en cualquier otro vínculo, es necesario estar abiertas y dispuestas a recibir críticas constructivas sobre nosotras mismas, y en la amistad como cualquier otro vínculo, podemos despedirnos cuando lo creamos necesario.
Por eso las amigas son nuestras maestras, sin darnos cuenta, nuestros logros y nuestro camino de vida ha venido guiado y acompañado de las palabras y acciones de otras mujeres que admiramos.

Hoy y siempre, prioricemos a nuestra red, a nuestras amigas y a aquellas mujeres que con ternura y cuidado, nos han enseñado qué es el verdadero amor.
Las mujeres sólo estamos empezando a descubrir nuestras propias verdades: la política que vale la pena tener, las relaciones que valen la pena tener, [y estas] exigen que escarbemos aún más profundo.
Adrienne Rich
*Pintura de portada: Svetlana Tiourina
