
Por: Florencia Escobedo/ Observatorio Digital.
Se habla de la «víctima perfecta» a la imagen de cómo percibe la sociedad a las víctimas, como se supone que deben de ser, actuar y verse las mujeres que sufren violencia. Este tipo de revictimización es más visible en los casos de violencia sexual, donde se cuestiona a la victima si ella causó la violencia, ya sea por su ropa, vida sexual y otros criterios y prejuicios contra las mujeres.
¿Gritó?
¿Se cuidó lo suficiente?
¿Se defendió?
¿Qué hacía ahí?.
Estos cuestionamientos o imagen de la «víctima perfecta» tiene muchas dimensiones. Un ejemplo es cómo se supone que tiene que ser una víctima antes de un acto de violencia; con una moral aceptada o respetada por la comunidad a la que pertenece y por la sociedad, una sexualidad reservada, «mujer de casa», respetable y discreta, sumisa, débil y frágil. Sólo de esta manera, se le acreditará como víctima a una mujer, si es “perfectamente correcta”.
Las víctimas cargan con el peso de la culpa que impone la sociedad, también con el peso de su contexto y su aspecto físico. Estos juicios también abarcan la discriminación o estigma que llevan las mujeres racializadas, gordas, de barrio o criminalizadas. Esta imagen violenta, no sólo la reproduce y perpetúa la sociedad, también lo hace el sistema de justicia, que sesga las investigaciones de violencia feminicida a un único perfil de cómo debe lucir o actuar una víctima, no sólo no les creen, sino que no investigan y culpan a las víctimas por no denunciar antes y en muchos casos, son ellas quienes terminan siendo investigadas por “daño moral” al haber denunciado públicamente.
El sistema de justicia en México está destinado para las víctimas perfectas, aquellas que explícitamente dijeron que no, que no «permitieron» que la violencia escalara, las que denunciaron a tiempo y cuidaron los detalles, las que se defendieron, pero, no tanto, porque si contestaron la violencia, si se defendieron, terminan encarceladas por exceso de legítima defensa.
En Aguascalientes, esta revictimización en forma de la «víctima perfecta» ha llevado a una mala clasificación de los feminicidios. Si la víctima era empobrecida, racializada ó de barrio, se le criminaliza y tenemos como resultado una investigación incompetente, que clasifica los feminicidio de estas mujeres como ajustes de cuentas (ejecuciones), es así que comienzan las especulaciones de narcomenudeo en los medios de comunicación, negando de nuevo la violencia feminicida que ataca a las mujeres en el país.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021, realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI); en Aguascalientes el 72.8 % de las mujeres de 15 años y más años, han vivido violencia a lo largo de su vida. Por otra parte, la encuesta arrojó que en Aguascalientes, el 48 % de las mujeres sufrieron violencia en los últimos 12 meses, siendo Aguascalientes uno de los estados con mayor prevalencia de violencia en contra de las mujeres.
Según el monitoreo realizado en reportes policiales y medios de comunicación por el Observatorio de Violencia Social y de Género de Aguascalientes y el Observatorio Digital, de enero a junio del 2023, en Aguascalientes se han registrado 7 muertes por accidentes, 8 suicidios y 7 feminicidios.
Las víctimas que se defienden
Hay mujeres que logran defenderse contra la violencia, en casos de una violencia reiterada y constante. Las víctimas que son envueltas en una dinámica violenta llegan a convertirse en victimarias también, lo que muchas veces imposibilita detectar las dinámicas patriarcales o asimétricas, en las cuales se ven envueltas las mujeres.
Esta imagen es bien conocida por los agresores, se sirven y cobijan con ella, para llevar al límite a las mujeres que agreden, esperando una reacción, y de esa manera revertir los roles de víctima y agresor, es así que obtienen el apoyo de la sociedad. Esta táctica, en los espacios feministas, es conocida como DARVO, que en inglés significa Deny, Attack, Reverse Victim and Offender, en español: Denegar, Atacar, y Revertir el papel de la Víctima y Ofensor, este término es acuñado por la psicóloga Jennifer Frey.
Uno de los casos actuales más significativos del DARVO, fue el juicio de desprestigio hacía Amber Heard, por su agresor Johnny Depp. Las víctimas también pueden contestar la violencia y sumergirse en relaciones violentas, con dinámicas circulares, dónde se aprende y reproducen las agresiones, pero desde una perspectiva feminista siempre debemos señalar las asimetrías de poder e identificar como surgió la violencia y quien la ejerció, para atacar el estereotipo de la víctima perfecta.

Las víctimas perfectas no existen, tampoco existe algún molde que les forme o les diga cómo actuar o cómo deben de ser, aún así, el sistema sigue responsabilizando y negando la violencia que viven las mujeres y las consecuencias que afectan sus vidas a diario, niega la reproducción de la violencia, su normalización en todos los espacios y los efectos que tienen en muchas mujeres. La violencia se aprende, se normaliza y se reproduce, aún así, todas las víctimas tienen derecho al acceso a la justicia, sin que se les revictimice desde la sociedad y las instituciones.
Debemos de seguir cuestionándonos y actuar ante las estrategias de los agresores, que les permiten castigar y seguir violentando públicamente a las mujeres que agreden, con la normalización de la violencia en la sociedad y el amparo de las instituciones encargadas de impartir justicia.
