La violencia de género y en contra la mujer está sustentada y legitimada por el sistema patriarcal que no solo enseña, sino también refuerza y promueve el ejercicio del poder y el dominio de los hombres sobre las mujeres, o aquello “femenino”, con el fin de tener control total en las relaciones sociales, ya sea familiares, laboral o de pareja.
Es mediante el maltrato y la violencia que el agresor consigue su cometido de tener el dominio sobre la víctima; siendo apoyado por todo un sistema y una cultura que actúa como soporte del abuso, muchas veces normalizado e incluso idealizado.
Siendo, entonces, la identificación de las actitudes violentas el primer paso para detenerlas, se han creado herramientas como el violentómetro o el círculo de la violencia que sirven, precisamente, como una guía ilustrativa para identificar las acciones y momentos en los que el agresor disfraza la violencia de bromas, apoyo, consejos y amor.
La importancia de estos recursos es fundamental en el actuar en contra de la violencia, pues, no es hasta que las víctimas y agresores se familiarizan dichas herramientas que descubren que actitudes tan normalizadas como las bromas hirientes, el golpear jugando, aplicar “la ley del hielo”, celar, prohibirse objetos, aislarse de ciertas personas, las promesas románticas después de una discusión, entre otras; son acciones violentas.
Un paso consecutivo, de igual importancia, es el entender que la violencia no se traduce solamente en lo físico: en los golpes, empujones o patadas, lo que marca el cuerpo. Sino también en lo psicológico: lo que daña el autoestima, la seguridad, la intimidad, incluso, la percepción de la realidad; los insultos, las desvalorizaciones, la manipulación, el prohibir y controlar bienes privados, etc. Son también violencia de distinto tipos, como pudiera ser patrimonial, económica, sexual y psicológica.
Identificar el acto violento, o la fase del círculo en el que se encuentra la relación es importante; sin embargo,complementar dicha identificación con un modelo que no solo apunte las acciones y momentos concretos de violencia, sino que, también ayude a entender las estrategias de control de las que hace uso el abusador, los tipos de violencia y las consecuencias psicológicas en la víctima se vuelve fundamental para lograr desarticular los ejercicios de poder que minan la estabilidad psicológica de quien sufre violencia de pareja.
El modelo de la Telaraña de la Violencia, propuesto por la psicóloga clínica Trinidad Nieves Soria López, es el complemento que explica el trasfondo del abuso haciendo la analogía con una telaraña en la que las estrategías de control del abusador, los tipos de violencia y las consecuencias psicológicas de la víctima se encuentra interconectadas formando una red que, como las telarañas, solo al verla desde otra perspectiva, a contraluz o rociando agua o pintura, se aprecia la conexiones de todos los hilos que soportan la red.
Según Soria López, el abusador hace uso de las siguientes estrategias de control:
- Degradación: con la que pretende disminuir el valor de la persona.
- Cosificación: a través de la cual trata de convertir a la persona en un objeto, sin posibilidades, elecciones, deseos, necesidades, intereses.
- Sobrecarga de responsabilidades: exige la entera responsabilidad y asunción de los problemas.
- Estrategias defensivas: a través de las cuales consigue trasladar a la víctima la responsabilidad de los malos tratos.
- Distorsión de la realidad subjetiva: mediante la que intenta transformar la percepción de la realidad de la víctima, el juicio, la conciencia e incluso la memoria de lo que sucedió.
- Privación: llegando a limitar o reducir necesidades personales, sociales y laborales de la persona.
- Intimidación: causando miedo
Es a través de la violencia verbal, psicológica, física, sexual, económica y/o patrimonial que el agresor fortalece la red en la que su víctima se encuentra provocando en ella la destrucción de la autoestima, el desequilibrio a nivel emocional, la sensación de irrealidad y de confusión, el agotamiento y la ansiedad están presentes de forma habitual.
La violencia de género y en contra de las mujeres ya no es un tema invisible; sin embargo, tanto a hombres como mujeres, agresores y víctimas, aún es difícil identificarlo y concebirlo como lo que es: un problema de salud pública sustentado y legitimado por un sistema y una cultura que permite que se le arrebate a las mujeres el derecho a una vida libre de violencia y, terminen siendo revictimizadas; mientras que los agresores y feminicidas gozan de la impunidad de las autoridades y el complaciente “no es mi problema, no me meto” de la cultura mexicana.
Las estrategias para la prevención y atención de la violencia en contra de las mujeres no están logrando sus objetivos de mejorar la situación y garantizar la seguridad de las mujeres mexicanas. Dado esto, se vuelve necesario replantear tanto el enfoque de atención como las estrategías de difusión de los programas, el presupuesto otorgado y una reforma de los mismos materiales con los que se trabaja. Adoptando herramientas novedosas, como el modelo de la Telaraña del Abuso, en conjunto con el Violentómetro y el Círculo de Violencia, se generaría un aproximamiento más profundo y real en pro de la identificación de la violencia en la pareja.
Por último, un punto determinante en el actuar en contra de la violencia será generar programas más serios en cuanto a la prevención y atención en el trabajo con hombres. Viéndolo como un ejercicio de lógica formal, si la prevención se trabaja por separado y en específico con los varones, que 9 de cada 10 veces, son ellos los agresores, es más probable que las cifras disminuyan. Un cambio verdadero llegará cuando las instituciones y el gobierno ponga especial atención a la creación y aplicación de estrategias de prevención, atención y sanción a la violencia de género y en contra de las mujeres.
