Por: María Fernanda Alvarado Bautista
Para quienes hemos asistido a psicoterapia ó somos psicológas ó personas que conocen los fundamentos de la profesión, sabemos que existen una diversidad de modelos teóricos o enfoques en la psicoterapia, tales como cognitivo-conductual, conductual, sistémico, humanista, gestalt, psicoanálisis, entre otros. Todos estos cuentan con trayectoria, prestigio y un fundamento científico, y pueden llegar a ser bastante funcionales para el comportamiento humano y traerle bienestar al paciente que esté solicitando la atención.
Sin embargo, mi reciente cuestionamiento como mujer y feminista, ha influido en posicionarme como una psicóloga que aspira a ejercer desde una perspectiva feminista, y al menos desde mi postura ese es el enfoque que las mujeres necesitamos, uno que entienda que las condiciones en que se nos socializa hace que tengamos un psiquismo totalmente distinto al de los hombres, que nuestras estrategias para resolver situaciones ó los malestares y patologías que desarrollamos estan relacionados con lo que se le atribuye y se le permite ser a las mujeres culturalmente. Nuestra atención psicológica tiene que nombrarnos y significarnos con todas las opresiones y violencias que experimentamos, así como las riquezas y vínculos que nos corresponden y atraviesan únicamente como mujeres.
A las mujeres se nos ha patologizado las conductas, actitudes, sentimientos, y pensamientos que son percibidos como intensos o incómodos. Por ejemplo, algunas teorías pueden llegar a promover la culpa, por priorizar nuestros deseos ante de los de las hijas e hijos ó las parejas, ya que las mujeres “son accesibles y bondadosas”. A promover la revictimización en casos de búsqueda de justicia o sanación. También hay quienes dicen que los malestares de la adultez son consecuencia de una crianza fallida, sobre todo por parte de las madres, y que las madres son las que les enseñan a los hijos a ser machistas.
Hace falta que se cuestionen ciertas condiciones de vida que vulneran y debilitan la autorrealización de las mujeres, es decir: el efecto que tiene la carga de trabajo doméstico, la maternidad forzada, la validación masculina, las dificultades para tener una trayectoria laboral al maternar, o las deficiencias económicas al ganar menos o estar imposibilitada para subir de puesto o si quiera conseguir ciertas vacantes que no se asocien a lo “femenino”, el daño que las creencias del amor romántico provocan en la búsqueda de relaciones, la presión de encajar con la belleza normativa para ser vista y validada, el acoso sexual callejero de día a día, o sobre todo por la posibilidad de en cualquier momento ser violadas o asesinadas y ser percibidas como posesiones u objetos sexuales.
La psicología feminista es un “recorrido crítico y reflexivo, una forma de tejer, de conceptualizar realidades y un ejercicio político no neutral, que entiende las experiencias individuales en relación con estructuras más complejas”.
“Proceso horizontal que visibiliza a las consultantes como expertas de su propia vida dejando de lado la patologización y priorizando el autocuidado ante una sociedad con estructuras opresivas de sexo/género- y clase, raza, edad- que generan violencias invisibilizadas por el mismo sistema”, comparte Sorece. A.C., un servicio de salud mental en México con perspectiva feminisra.
Nos permite mirar a nuestras consultantes desde un lugar consciente e informado en donde el contexto histórico es parte relevante del análisis de los temas que se abordan en la terapia. Las psicoterapeutas también somos mujeres resistiendo a este sistema, merecedoras de una vida digna, sabemos que lo personal es político porque lo que le pasa a una, le ha pasado a todas.
El intervenir desde este enfoque permite tratar nuevos temas y desde una riqueza teórica de validación y empatía, tales como la sexualidad, las relaciones con otras mujeres desde la horizontalidad y sororidad, a apropiarnos de nuestra corporalidad, a ser resilientes y seguras de expresar nuestros ideales, a ser incómodas, a cuestionar diagnósticos como histéricas o mandonas, o a percibir todo el dolor y limitantes que tenemos históricamente, y finalmente, darles una posibilidad de apropiación desde un espacio seguro, genuino y construido para sí mismas.
*Créditos: foto de portada por Sorece.A.C.
