Mapas y georreferencias de la violencia contra las mujeres

Por: Adriana Guadalupe Rivero Garza

La violencia contra las mujeres, además de estructural, es sistemática y multifactorial; y, según el contexto, evidencia múltiples formas en que se manifiesta, pero con denominadores comunes como que se reproduce en el marco de un sistema de dominio, de control sobre las mujeres, que es aprendido a través de “pedagogías de la crueldad” que “enseñan, habitúan y programan a los sujetos” (Segato: 2021, p. 1) a cometerlas y a despojar a las mujeres de autonomía, porque las cosifica y aísla, al mismo tiempo que envía un mensaje sobre lo femenino como objeto disponible y desechable.

Hasta hace muy poco tiempo la violencia contra las mujeres se consideró como un asunto de Estado, pues todavía en los años setenta “cuando se describía el asesinato de una mujer por parte de su expareja se explicaba como un crimen pasional y se trataban como casos aislados, diversos y discontinuos” (Amorós: 2009, p. 3); ahora ya no es así, gracias a los estudios sobre este fenómeno, las conceptualizaciones y categorizaciones, así como elaboración de indicadores que la miden, ya es reconocida como un problema social y de salud pública extendido a nivel mundial, incluso, ha sido declarada como pandemia. 

En la actualidad es una violación a los derechos humanos y las libertades fundamentales, que limita parcial o totalmente el reconocimiento, goce y ejercicio de tales derechos, por lo que ha sido definida como “cualquier acción o conducta basada en el género que causa muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado” (Convención Belém do Pará: 1999, artículo 1).

En México, todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, deben desarrollar acciones para prevenirla y erradicarla. Para ello han tenido que elaborar instrumentos de medición como encuestas, censos, registros administrativos especializados, informes, diagnósticos, mapas y georreferenciaciones que ayuden a explicarla. 

La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belém Do Pará) obliga a los estados integrantes a adoptar, en forma progresiva, medidas específicas para “garantizar la investigación y recopilación de estadísticas y demás información pertinente sobre las causas, consecuencias y frecuencia de la violencia contra la mujer” (DOF: 1999, artículo 8, inciso h). Por lo que, nuestro país cuenta con diversos instrumentos de medición e información de las formas como se comete este flagelo contra las mujeres, entre ellos los mapas georreferenciados, para conocer los datos de ocurrencia.

En este mismo sentido, la Recomendación General 10 de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw) refiere que “los Estados partes tienen la responsabilidad internacional de crear y mejorar constantemente sus bases de datos estadísticos y profundizar el análisis de todas las formas de discriminación contra las mujeres en general y, en particular, contra las mujeres de determinados grupos vulnerables” (DOF: 1981), por lo que México cuenta con georreferenciaciones sobre los delitos cometidos contra las mujeres, para poder detectar las zonas y polígonos prioritarios en donde se debe atender de manera inmediata estos ilícitos y violencias graves.

Además, la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), en su artículo 38, fracción IX, indica la obligación de la Federación y los estados de “garantizar la investigación y la elaboración de diagnósticos estadísticos sobre las causas, la frecuencia y las consecuencias de la violencia contra las mujeres, con el fin de evaluar la eficacia de las medidas desarrolladas para prevenir, atender, sancionar y erradicar todo tipo de violencia. (DOF: 2021, p.11). De allí que se hayan creado los mapas, georreferencias que informen, de manera gráfica y descriptiva, las violencias contra las mujeres por razón de género. 

En ese sentido, es importante puntualizar que un mapa es “la representación geográfica de una superficie terrestre en la que se da información relativa a una ciencia determinada” (RAE: 2022). De esta manera, implica la gráfica y descripción exhaustiva de un sitio o lugar, que puede ser geográfico o temático. En cambio, la georreferenciación es la técnica de posicionamiento espacial de una localización geográfica con base en un sistema de coordenadas y datos específicos, por lo que se considera como la base para la correcta localización de la información de un mapa (INEGI: 2014). Es decir, el mapa muestra la representación y la georreferencia la ubicación a través de coordenadas.

Los mapas y la georreferencia permiten, entonces, la ubicación de un punto concreto sobre una superficie terrestre, son un valor fundamental para el análisis de datos para conseguir la localización lo más preciso posible de un lugar, un espacio o un territorio.

En el caso de la violencia contra las mujeres los mapas georreferenciados se utilizan como una herramienta tecnológica, que usa estadísticas de encuestas y censos, así como registros administrativos de instituciones gubernamentales, las cuales sirven para la localización a través de coordenadas de los delitos cometidos contra las mujeres, así como los tipos y modalidades de estas que suceden en espacios geográficos específicos.

Los mapas y georreferencias de la violencia contra las mujeres tienen como objetivo visibilizar “las zonas de riesgo, el lugar de los hechos o el hallazgo de un cuerpo y, así, poder elaborar diagnósticos, planes, programas y acciones de prevención y atención” (SEPASEV: 2019, p. 40) de las distintas formas como se expresa la violencia contra las mujeres y son la representación gráfica y descriptiva  de la territorialidad de esta, que ocurre en contextos determinados con expresiones y características espacio-temporales.

Si bien los mapas digitales georreferenciados comenzaron a realizarse con diferentes temáticas, a partir de 1990, por INEGI, el primer mapa realizado en nuestro país que geolocalizó una de las violencias más graves, es el Mapa de Feminicidios (2016) Yo te nombro, elaborado por la geofísica María Salguero Bañuelos. Este instrumento comenzó a dar cuenta de la violencia feminicida en todo el territorio mexicano con los reportes de prensa que tenían información por categorías como la edad de la víctima, relación con el feminicida, la situación legal del mismo, la forma como fueron asesinadas, el escenario del crimen y la forma como se realizó el hallazgo del cuerpo, estatus de estos ilícitos, modo en que fueron asesinadas, pertenencia de las fuerzas de seguridad, transfeminicidios, feminicidios por conexión, hijos en orfandad y patrones (Salguero: 2016).

Luego de que se implementara esta herramienta por parte de la sociedad civil —con datos de la prensa, es decir, no oficiales— las instituciones gubernamentales comenzaron a desarrollar instrumentos de medición con información estadística oficial para mostrar a través de mapas los delitos cometidos contra las mujeres, así como algunas formas de violencia. 

De allí que los mapas oficiales comenzaron a publicarse —hace casi una década— para dar cuenta de las diversas violencias impresas en los cuerpos de las mujeres, principalmente cuando se trataba de delitos como el feminicidio, luego se fue extendiendo a otros delitos como trata, desapariciones, violaciones, entre otros.

Entonces, lo que muestran los mapas es que hay patrones de conducta, lugares y tiempos en donde se realizan actos violentos contra las mujeres de tipo físico, emocional, sexual en distintos ámbitos como el familiar, en la comunidad o feminicida. A través de la georreferencia se evidencian las conceptualizaciones de la violencia encarnados en los cuerpos de las mujeres.

Por eso afirmamos que, la estructura elemental de la violencia se puede ver gráfica y descriptivamente a través de los mapas, allí se representa dónde y cuándo están ocurriendo los hechos y también permite geolocalizarla para atenderla eficazmente, es allí donde podemos encontrar la territorialidad de la violencia.

Además, a través de los mapas georreferenciados se pueden analizar las interlocuciones de las relaciones de poder que terminan por expresarse en formas de violencia, que tienen control en la vida y los cuerpos de las mujeres, lo que significa que los mapas son la forma más próxima de dar cuenta gráficamente de la territorialidad de la violencia. 

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