Lo inestable y agobiante de estar en los 20s

Published by

on

Por: María Fernanda Alvarado Bautista

Hace dos meses que he llegado a los 23 años, por lo que tengo algunos años viviendo ya dentro de la incertidumbre y el caos de cursar los 20s. 

Los últimos años junto con personas que estamos dentro de este rango de edad he tenido infinidad de conversaciones sobre lo asfixiante que es tener 20s, lo cual me ha hecho darme cuenta que es un sentimiento colectivo. Reforzando este punto, otras personas que se acercan a los 30s o ya están en sus 30s, me han comentado que no hay nada más agotador, ellas y ellos perciben más autonomía, claridad  y seguridad en sus versiones actuales. Me da esperanza saber que a pesar de que nos quieren vender la idea de que el clímax de la juventud es durante esta década, no es forzosamente así, me motiva creer que mis mejores años están por venir y que no es esto que estoy viviendo ahora, porque a veces lo percibo como vacío e insuficiente. En mis últimas salidas por la noche ha llegado a mi el pensamiento: ‘quisiera no estar aquí, pero tampoco quisiera estar en mi casa’, y es que no sé dónde quiero estar. 

Solía tener la presión de que rápidamente tengo que vivir la mayor cantidad de experiencias místicas, inusuales y energizantes, porque en ningún otro momento tendré tanta curiosidad por experimentar, o entraré tanto en los estándares normativos de “belleza” como la delgadez y la juventud, o tendré a mi lado a tantas amistades y conocidos, o que incluso es ahora donde conoceré a mis vínculos sexo afectivos más significativos, o hasta el supuesto “amor de mi vida” -concepto reduccionista en el que no creo-. Aunque reconozco lo dicotómicas, generalizadas e idealizadas que están estas expectativas, en ocasiones me hacen sentir que el tiempo se me va, que si no lo vivo ahora después ya no será tan mágico, pensamiento irracional que intento regular.

Es cierto que ahora tengo una cantidad de amistades valiosa, pero también es cierto, que he perdido algunas, me he acercado a otras o al contrario me he distanciado, así como inesperadamente he adquirido otras totalmente nuevas que me han traído espontaneidad y cariño.

Al principio me costó bastante aceptar que hay personas y espacios con quienes ya no conecto como lo solía hacer y que hemos dejado de compartir los intereses o perspectivas que caracterizaban nuestro vínculo, reconocer que ya no eres parte de una amistad, relación sexo-afectiva, grupo social, o espacio académico o laboral, también es un duelo. Después de vivir un tiempo con este dolor, he resignificado que el distanciarme de espacios y personas que ya no son como yo, me permite construirme desde un lugar más genuino y bajo mis prioridades. Cada vez soy más selectiva y sincera y eso le ha traído coherencia a mi comportamiento y me ha permitido abrazar mi autenticidad. 

Laboralmente, como ya expresé a profundidad en otro de mis textos, la sociedad menosprecia y obstaculiza a las y los jóvenes adultos, sobre todo a recién egresados, vamos pasando por puestos que nos dan lo mínimo en cuanto a las condiciones, prestaciones o a la remuneración, sin saber cuándo llegaremos a un lugar que nos haga sentir autorrealizadas. Cuesta visualizar la estabilidad y autonomía económica a largo plazo, el si queremos seguir estudiando posgrados teniendo en cuenta lo costoso que es incluso con becas y el camino interminable de energía y tiempo que conllevan, o si incluso queremos arriesgarnos a ejercer en algo que no sea de nuestra carrera u ocupación debido a que no vemos crecimiento y realización dentro de ella. La alternativa de auto gestionar nuestro trabajo me parece innovadora y justa, ya sea dentro de nuestra profesión o no, aunque es necesario reconocer que el emprender involucra gran entrega y algo de inestabilidad al menos por un período. Se que mi área de conocimiento es infravalorada socialmente en cuanto a reconocimiento y remuneración económica, es inevitable compararla con otras profesiones, amo desenvolverme como psicóloga, pero de forma realista contemplo los obstáculos que me seguirá trayendo en los próximos años. 

Como dijo Alejandra Pizarnik: “Quiero estudiar, quiero aprender, quiero escribir. Tengo veintidós años. No sé nada. Nada fundamental. No sé lo que debería haber aprendido hace muchos años. Nadie me enseñó nada. Sé, en cambio, lo que debería saber mucho después. De allí que me sienta anciana y niña al mismo tiempo.”

No sé si para algunas personas este texto pueda parecer desesperanzador o pesimista, claro que hay procesos enriquecedores en esta edad, pero me parece necesario y liberador crear un medio de expresión exclusivo para el malestar que conlleva.  También cuestiono que hay un sistema de poder que propicia el sentirnos así: limitadas, juzgadas, mediocres, siempre abajo de las expectativas, con presión de encajar en un ritmo de producción interminable y que se mide sobre todo por la generación de capital y propiedades. 

Me inclino a interpretar el ser introspectiva como una cualidad, desde mi niñez he sido así, sin embargo, en esta década de mi existencia me siento en un limbo,  hay tanto que quiero alcanzar pero ahora mismo se ve tan lejano, de pocas cosas tengo seguridad, ni de personas ni de espacios, sé que este diálogo interno seguirá conmigo y es parte de la construcción de mi identidad y madurez. Me agrada y da alivio saber que hay una colectividad que comparte mis subjetividades y espero este texto les haga sentir acompañadas y acompañados. 

Deja un comentario